En psicología de la memoria se habla del principio de primacía y el principio de recencia. Estos dos principios hacen referencia a que si nos dan una lista larga de palabras a memorizar y se nos pregunta cuáles de ellas recordamos, la mayoría serán de las primeras de la lista (efecto de primacía) y del final de la lista (efecto de recencia). A nivel de pensamiento ocurre lo mismo, recordamos aquellas ideas del principio de la cadena de pensamientos y las del final, realizando una asociación entre ambos que puede no ser acertada y repetiremos el análisis de manera obsesiva como el borracho, ya que difícilmente recordaremos las ideas de la zona intermedia. Y es precisamente ahí, en la zona intermedia que se ha vuelto oscura a nuestra consciencia donde se produce algún error de análisis o se aplica un prejuicio que no toca, o se halla la clave que nos acercará a la solución de lo que nos agobia. Hay dos formas de romper este proceso, con medicación que desacelere lo que pensamos y nos permita realizar análisis diferentes, o escribir. La escritura permite conseguir casi lo mismo que la medicación psiquiátrica, facilita que pensemos de una forma más sosegada y consciente, ya que es imposible que podamos escribir tan rápido como pensamos y es muy difícil escribir alguna cosa que carezca de sentido. Los psicólogos utilizamos la escritura de diferentes formas, ya sea con diarios personales, autocaracterizaciones, registros conductuales, etc, pero todas ellas persiguen el mismo objetivo, centrar la atención de la persona que acude a terapia para que encuentre aquellas soluciones que lleva tiempo buscando.