Voz en español del cardenal Wolsey: José Lavat
Voz en español de Tomás Moro: Leonardo García
«Con pruebas diarias, por toda la eternidad; dulce, enamorada y gentil siempre me has de encontrar». - Ana Bolena, 1527.
Bienvenidos nuevamente a otro interesante repaso por la historia de esta dinastía. Creada por Michael Hirst, filmada en espectaculares locaciones y con un elenco de lujo, Los Tudor será nuestro vehículo para retroceder 500 años en el pasado. ¿Listos?
Inglaterra, 1525. Han pasado 16 años desde que Enrique, el octavo de su nombre, se convirtió en rey de Inglaterra apenas cumplir 17. Siendo el segundo hijo de Enrique VII e Isabel de York, estaba inicialmente destinado a una vida monástica, pero su hermano Arturo falleció en 1502, por lo que Enrique se convirtió en el futuro sucesor de su padre. Ascendió al trono en 1509 y se casó con Catalina de Aragón, esposa de su fallecido hermano, para estrechar lazos con España. Además de políglota y versado en religión, historia, filosofía y retórica, Enrique era un consumado atleta, poeta y músico, siendo el tenis, la caza y los torneos de justas sus deportes favoritos. No obstante, su deber más importante era engendrar un hijo varón para cimentar el derecho sucesorio de la dinastía Tudor, ya que Inglaterra estaba saliendo de una sangrienta guerra civil y Enrique pensaba que una mujer no podría traerle al país la estabilidad necesaria.
No obstante, su matrimonio con su cuñada no trajo sino desdichas: hijos muertos, una hija, un hijo bastardo que jamás será aceptado como sucesor, una inútil alianza con un emperador traicionero (Carlos V) y ningún heredero varón para darle seguridad al reino. El futuro de toda su dinastía, el sacrificio que hizo su padre para acabar con años de guerra civil está en peligro, pero Enrique, teólogo consumado, cree saber por qué: casarse con su cuñada fue un pecado. Levítico 20:21 lo prohíbe: si un hombre desposa a la viuda de su hermano, no tendrá hijos. Wolsey pone manos a la obra para conseguirle un divorcio, sin imaginar siquiera el nombre de la mujer que se ha robado el corazón del rey.
Al enterarse por primera vez de los sentimientos del monarca, Ana Bolena decidió poner distancia: devolvió sus regalos y se marchó a Hever para alejarse de él. María, su propia hermana, había sido su amante por un corto tiempo en 1520, y lo único que había obtenido era la vergüenza y deshonrar a su familia. Impetuosa y desafiante, Ana puso las cosas claras: jamás se entregaría a ningún hombre que no la llevara al altar. Presionada por su padre y su tío, a merced de un rey persistente, desesperado y aterrador, la doncella acabó por ceder. La historia de amor entre Enrique VIII y Ana Bolena sorprendió a propios y extraños y marcó un reto para el cardenal Wolsey, canciller del reino, empeñado ahora en conseguir el divorcio para su majestad. La iglesia católica, sin embargo, no dará la anulación tan fácilmente, menos cuando un brutal acontecimiento sacuda a toda la cristiandad