La moción de censura es, probablemente, la herramienta parlamentaria más valiosa de la que dispone la oposición para reprobar la acción de un gobierno del que se entiende que ejecuta su acción diaria en contra de los intereses de los ciudadanos o ocasionando más desperfectos al país y a sus ciudadanos que beneficios. Durante las últimas semanas, se ha hablado mucho de la posible urgencia o necesidad, o no, de la presentación de una moción de censura a Pedro Sánchez por parte de Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición. En pura lógica sería el más facultado para hacerlo, aunque no sea diputado. Inés Arrimadas y Santiago Abascal se lo han ido sugiriendo en los últimos días. Ciudadanos y Vox le apoyarían, no ya en la iniciativa parlamentaria sino como candidato a la Presidencia del Gobierno.

El PP ya ha dicho en varios idiomas que no lo va a hacer porque está en la tesitura de no cometer errores, o los menos posibles, y dejar que transcurran los próximos trece meses para que el poder les caiga como fruta madura. ¿Las mociones se presentan sólo para ganarlas o como arma para que, independientemente de que no triunfe, sirva para erosionar más a un gobierno que conduce a España al despeñadero? Estoy más con la primera tesis. Las mociones de censura sólo se presentan para ganarlas. Feijóo hace bien en no arriesgar porque no tiene más que una bala y si se estrella en las próximas generales tendrá que volver a Santiago de Compostela.