Que Sánchez concederá a Puigdemont esa amnistía, que prohibe la Constitución pero exige el sedicioso para darle los siete votos de Junts que permitirán al jefe del PSOE seguir de ‘okupa’ en La Moncloa, está asegurado.
De hecho, hace unos días, en Bruselas y por si el golpista albergaba alguna duda, la propiaYolanda Díaz ya le garantizó sonriente que si ellos, los de Sumar y sus compinches del PSOE, tienen que ponerse a cuatro patas, se pondrán. Que por eso no se preocupe.
Lo que quedó pendiente fue lo del ‘relator’: ese mediador que demanda el capo golpista y cuya función sería levantar acta de lo que la banda de Sánchez y la de Puchi hablen y urdan en la negociación en ciernes.
No quiere el jefe del PSOE que haya testigos ni diarios de la ignominia.
No le preocupa triturar la Demo cracia, claudicar ante los delincuentes o poner España en almoneda. Los que le inquieta es que los españoles conozcan los detalles.
Y me choca, porque a la vista de cómo se comporta en general la adormilada sociedad española, no creo que el felón tenga motivos para sentirse inquieto.
He pasado la mitad de mi existencia allende los mares, como reportero audaz, cubriendo tragedias provocadas por el ser humano y desde la distancia siempre añoré España, sus gentes y sus cosas.
La vuelta, el choque con la realidad ha sido un shock, porque este no es ni con mucho el país que existía en mi imaginación.
En todos los sitios cuecen habas y Occidente sufre un proceso acelerado de agilipollamiento, pero lo nuestro es de aurora boreal.
En España, para las cadenas de televisión, los tertulianos del ‘pesebre’, la Fiscalía y en breve para el Tribunal Constitucional, un beso en un arrebato de euforia entre el gañán al frente de la Federación y una futbolista de 33 años, que le abraza satisfecha e incluso lo aúpa, es más grave que dar un golpe de Estado y proclamar una república independiente en Cataluña.
En España, una socialista llamada Francina Armengol decreta en es más importante que los médicos de Baleares sepan catalán que Medicina, dejando sin asistencia a cientos de niños enfermos de cáncer y la premian haciéndola presidenta del Congreso.
En España, el Rey Felipe VI, que hizo el discurso de su vida frenando en 2017 el golpe en Cataluña, terminará -si Dios nos lo remedia- firmando la amnistía que certificará que nuestra democracia es una mierda ilegal y que tenían razón los sediciosos.
¿Y habrá protestas, manifestaciones, algaradas, huelgas y marchas callejeras?
Pues no.
Mucho me temo que esto también nos lo tragamos.