¿Entre las concesiones del socialista Sánchez a Mohamed VI se incluía también bajar la guardia contra el narcotráfico, para no perjudicar el negocio del hachis del que viven casi un millón de personas en Marruecos?
¿Exigió el Rey Alauita al jefe del PSOE que se desmantelara la unidad especial de la Benemérita?
La pregunta no es gratuita, porque todavía coleaba el robo de 2,57 gigas del móvil de Sánchez, en La Moncloa andaban angustiados preguntándose que datos y fotos se habían llevado y la liquidación de OCON se produjo justo dos meses después de que Marlaska se reuniera sumiso con su homólogo magrebí.
Si no fue así, ¿qué razón había para desactivar a los 150 agentes de élite, que estaban cosechando éxitos extraordinarios en la lucha contra las mafias de la droga en el Estrecho?
Habrá quien diga que esto es buscarle tres pies al gato, pero lo cierto es que fue en la época en la que, en una cabriola diplomática sin presentes, Sánchez volteó nuestra política exterior y entregó el antiguo Sahara español a Marruecos.
Y tampoco entonces facilitaron justificación alguna.
Matizo. Sobre el asesinato de los dos guardias civiles ha habido relevantes cargos socialistas que han dado explicaciones.
El más chusco, Patxi López, quien ha salido en Telecinco diciendo que la culpa de todo fue del mal tiempo.
Porque de no haber temporal, los facinerosos no se hubieran refugiado con sus narcolanchas en la dársena de Barbate y por tanto, nadie habría despachado a seis guardias civiles a hacerles frente en una zodiac de juguete.
Lo del zote López es lo más ridículo, pero no lo más indigno.
En esa categoría, compiten por el premio en ignominia el inmoral Sánchez, que se partía la caja de risa haciéndose selfies con los subvencionados del cine, mientras las viudas y los huérfanos de los asesinados enterraban a sus héroes; el ministro que ordenó a la Dirección Adjunta Operativa de la Guardia Civil prohibir a los agentes de la Benemérita asistir al actos en honor de sus compañeros masacrados, y ese PSC, encabezado por el el indecente Illa, que en el Parlamento catalán se ha negado a guardar un minuto de silencio por David y Miguel Ángel.
En un país decente y con una Justicia digna de ese nombre, Sánchez, Marlaska y hasta esos gerifaltes de la Guardia Civil que se ponen en pompa para seguir medrando y aceptan sin rechistar la instrucción más insensatas, tendrían que sentarse en el banquillo de un tribunal y rendir cuentas.
Aquí no pasará. Aquí, en unos días, empapelarán a un capitán o a un coronel -echándole la culpa de de la tragedia- y todos ellos seguirán chupando del bote.