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René Descartes dudó de todo, incluso de sus propios sentidos y de la matemática, y hasta consideró la posibilidad de que Dios, en caso de existir, fuese un ente empeñado en engañar a los seres humanos. De lo que nunca dudó fue de su duda y a partir de ella edificó una propuesta filosófica que ha sido central en la Modernidad.
De un modo que para muchos resultó sorprendente, este pensador francés del siglo XVII, terminó su proceso dando por comprobada la existencia de Dios y, en consecuencia, recuperando la confianza en las percepciones sensoriales y en la matemática.
Este fue el tema del Viernes filosófico del programa Desde donde sea, que conduce Miguel Ángel Pérez Pirela.
“Hoy vamos a estudiar una figura clave de la Modernidad, vamos a abrir esta reflexión filosófica con René Descartes, el filósofo de la duda, el que se valió de la duda como método, como metodología para llegar a la razón. Su postura fue dudar de todo, incluso de que la vida no sea más que un sueño o un sueño dentro de un sueño”, introdujo el comunicador y doctor en Filosofía.
Señaló que Descartes, también llamado Cartesio, fue un filósofo que surge después del Renacimiento, recoge algunas de las preguntas de ese período y trata de escapar de la cuestión teológica, de la respuesta de todas las preguntas posibles a partir de Dios que caracterizó a la Edad Media. Sin embargo, en las Meditaciones, una de sus obras capitales, trata de probar la existencia de Dios.
“Entra en la ciencia moderna, influenciado por Copérnico, Galileo y Kepler, cree en el método científico, lo aúpa y lo apoya, y desarrolla una cierta mirada crítica a la filosofía por no asumirlo y empeñarse en otros modelos que se han quedado estancados. Es neuróticamente metodológico”, describió.
Cogito ergo sum
Pérez Pirela sostuvo que Descartes es un filósofo que se ha de conjugar en la primera persona, del yo soy, del yo dudo, del yo pienso. La frase de las frases para él es “cogito ergo sum”, traducida habitualmente como “pienso luego existo”. Su punto fue afirmar la propia existencia como derivada de la actividad humana del pensamiento. Coloca el yo y su racionalidad, el cogito, como premisa de toda la construcción filosófica.
“Descartes busca la certeza a través de la duda, cuyo protagonista es el yo –definió-. La primera de las dudas es la duda sensible: los sentidos me engañan. Parte fundamental de lo que conozco termina siendo falso, ¿cómo puedo construir un sistema de pensamiento y explicar el mundo, si los sentidos me engañan?”.
Para explicar este aspecto de los engaños de los sentidos, dio el ejemplo de un palo que, al estar dentro del agua, aparecerá como roto o torcido en la percepción de la vista. Ese elemento de relatividad de todo lo que observamos a través de nuestros sentidos, prende las alarmas en la filosofía cartesiana. Si el empirismo que nos viene desde Aristóteles confía en los sentidos, en la percepción, pero ella me engaña, ¿en qué puedo confiar?, se pregunta el francés.
“El problema de Descartes es el de la Modernidad, un problema epistemológico. Toda la construcción filosófica parte de una preocupación por el conocimiento. ¿Puedo realmente conocer? es una de las grandes preguntas de la Modernidad. ¿Cómo puedo conocer, a través de qué fundamentos si los sentidos no son confiables? Aquí nace eso que Descartes llama la duda metódica. Es decir, voy a tratar de arribar a una certeza a partir de la duda holística, de la duda sobre el todo. Si existe el menor indicio de que algo es falso, hay que considerarlo como tal”, abundó.
Para dudar de sus propios sentidos, Descartes parte de dos premisas. La primera tiene que ver con experiencias previas. Si en algún momento los sentidos me han engañado, no puedo confiar en ellos. La segunda es que los sueños nos pueden engañar, pues hay sueños que nos dejan la impresión de ser la vida real.
“Cartesio se pregunta si se puede refugiar en las matemáticas, ya que no es posible hacerlo en los sentidos ni en los sueños. En un primer momento, duda también de la matemática. Al reunir las dudas sobre estos tres aspectos, surge la imagen de un genio maligno. Es una especie de demiurgo que puede inducir a la equivocación al decir que es verdadero algo que por sí mismo puede ser falso. Nota que en la duda hay algo que resiste, que se queda. Puedo dudar de todo, menos del hecho de que yo mismo estoy dudando. El genio maligno hace que yo dude, que piense y, al pensar, mi pensamiento se