La percepción consciente se produce cuando la información sensorial llega a la corteza cerebral, y si hay una lesión en la región correspondiente de la corteza no existe percepción consciente. Por ejemplo, un paciente con una lesión en la corteza occipital, que es a donde va la información visual, no puede ver conscientemente, aunque sus ojos funcionen perfectamente. Sin embargo, parece que sí puede procesar, al menos parcialmente, la información visual. Si a uno de estos pacientes se le ponen delante objetos, y se le pide que trate de adivinar qué objetos son, acierta en muchos casos, más de lo que cabría esperar por simple azar. Sin embargo, el paciente insistirá en que no puede ver nada, y que está contestando al azar. Analizando la anatomía de las vías visuales, se ha encontrado que las conexiones que vienen del ojo van a otros lugares del cerebro, además de a la corteza visual, por lo que esta información puede influir en la conducta aunque no se registre en la consciencia.