Tienen más cara que espalda estos del ‘Frente Popular Frankenstein’ y sus subordinados, los periodistas y tertulianos de la ‘Brunete Pedrete’.
La asonada de Brasil, una patochada donde sólo ha faltado el mamarracho con cuernos de bisonte que copó las fotos en el Congreso de EEUU hace dos años, ha puesto de los nervios al PSOE, a Podemos, a los de Bildu, a los de ERC y a toda la panda.
Y con razón, porque es intolerable someter un Estado de Derecho a tensiones de esa naturaleza.
No se debe restar importancia al intento de invadir el Congreso y el Tribunal Supremo de un país democrático, por muy cabreado que estés por el resultado electoral.
Contra el populismo antisistema hay que estar siempre alerta, pero al otro lado del mar y aquí.
Tiene coña que Gabriel Rufián, cofrade de los golpistas Puigdemont y Junqueras, censure a la popular Cuca Gamarra por recordar en un tuit que España es con Sánchez un ‘desorden público’, si se recuerda que, en 2011, los diputados tuvieron que llegar al Parlamento catalán en helicóptero o en blindado, porque estaba sitiado por fanáticos independentistas.
Y da risa la histeria de Pablo Iglesias, cuando en 2012, mientras Podemos y sus satélites cercaban con inusitada violencia el Congreso español, alentaba a los asaltantes diciendo que intentar conquistar el poder sólo con elecciones era condenarse al fracaso.
Oigan; en 2017, las autoridades separatistas catalanas dieron un golpe contra la legalidad y llegaron a declarar una República y a los protagonistas de la intentona los ha indultado Sánchez e incorporado de facto a su Gabinete.
Y en 2019, por estos días hace justo tres años, cuando los andaluces, hartos del latrocinio de los ERE, de nepotismo y de 40 años de cortijo socialista, dieron la victoria en las urnas a Juanma Moreno, la izquierda lanzó una cínica ‘alerta antifascista’ y movilizó autobuses con bocadillo incluido en toda España, para intentar evitar por la fuerza que el popular asumiera la presidencia autonómica con el apoyo de VOX.
En España llevamos décadas soportando que las mal llamadas ‘fuerzas progresistas’ deslegitimen las elecciones cuando no les sonríen y busquen atajos para revertir su resultado.
Y cuando no invaden el Tribunal Constitucional, ignoran las sentencias del Supremo o cambian de tapadillo el Código Penal al dictado de los delincuentes.
Está claro que, con el socialista Sánchez y este PSOE de estercolero, florecen en España los fuleros, los maleantes, los golpistas y los caraduras.