Seguro que muchos de ustedes ni le ponen cara a Carlos Dívar, ilustre jurista ya fallecido, que en 2012 dimitió como presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, al descubrirse que se había gastado 3.000 euros de dinero público en ocho viajes a Marbella.
Viajes de placer, que él camuflaba como de trabajo.
Fue acusado de malversación y la fiscalía archivó el caso, pero le sacudieron tal ensalada de palos en los medios de comunicación, que no le quedó otra que marcharse, algo lógico en una democracia decente.
Hoy, gracias a la perspicacia del periodista Antonio Naranjo nos enteramos de que el socialista Juan Carlos Campo, a quien acaba de meter con calzador Pedro Sánchez en el Constitucional, se gastó casi 300.000 euros del sufrido contribuyente en viajes, hoteles y restaurantes, para disfrutar de la vida en Cádiz, donde posee dos casas.
Siendo ministro de Justicia de Sánchez y siempre en fin de semana o en época de vacaciones.
Ya verán como LaSexta, la SER, los bienpagados de la ‘Brunete Pedrete’ o ’El País’, el de las 120 portadas sobre los trajes de Camps, el que exigió indignado la cabeza de Divar, no publican ni mus.
Como no están sacando nada de las tramas de corrupción que rodean por todos lados a Ximo Puig en la Comunidad Valenciana.
No voy a repetir aquí que el PSOE es el partido más corrupto de la Historia de España ni recordar casos pringosos como Flick, Filesa, Fondos Reservados, Ibercorp o EREs.
Pero quiero pararme un instante en el ya desaparecido Luis Roldán, aquel dirigente socialista que se inventó un currículum como ha hecho Patxi López y terminó de director general de la Benemérita, donde afanó hasta los fondos de los huérfanos de la Guardia Civil.
Pues cuando juzgaron a Roldan, para defenderse y con los ojos empañados en lágrimas, lo que dijo al tribunal fue:
"Yo hice lo que hacían todos”.
Y es así.
¿No les choca que, con la excepción de Corcuera, Leguina, Guerra y cinco más, todos los altos dirigentes del PSOE hayan terminado multimillonarios?
Y no hablo sólo de Felipe González, Pepe Bono o Zapatero.
¿Saben cuanto se lleva Pepiño Blanco por cada empresa que contrata sus servicios para que haga de intermediario con la Administración Sánchez y trate de conseguirles fondos europeos?
Pues la friolera de 50.000 euros. De entrada. Logre algo o no.
Por lo visto, el exministro Ábalos también anda en el negocio.
A estos rojos les pierde la pasta.